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Delegar la dirección del proyecto

Delegar correctamente la dirección de un nuevo proyecto favorecerá al directivo, permitiendo minimizar riesgos en la consecución de los objetivos del nuevo proyecto. Pero delegar no es tarea fácil, implica confianza en la persona elegida para desarrollar la tarea (conlleva por tanto un riesgo), pues delegamos también cierta autoridad en la toma de decisiones y asumimos como propios los resultados.

Compartimos por tanto responsabilidad, por lo que en ningún momento debemos perder el control del proyecto. El tiempo del directivo es limitado y exige concentrarse en aquellos asuntos de mayor importancia. Debe por tanto analizar las tareas del proyecto que vamos a delegar y en qué momento podemos delegarlas. El siguiente paso es decidir en quién delegar, deberá ser un proceso muy meditado: definir claramente el ámbito del proyecto, los objetivos a alcanzar debidamente cuantificados, el plazo del proyecto y los sistemas de control que permitan evaluar los resultados obtenidos así como los criterios con que se efectuará el seguimiento y control.

Para ello deberemos asegurar una primera reunión eficaz en la que expondremos al profesional seleccionado los puntos anteriores, dejando después al director de proyecto como profesional que exponga su planteamiento para conseguir los objetivos propuestos. Empieza a partir de dicho momento el proceso de autorización con estimaciones iniciales de alto nivel de tiempo, coste, alcance, riesgos y beneficios, a partir de las cuales y de la disponibilidad de los interesados (deberemos implicarlos desde el minuto cero) el directivo deberá decidir la viabilidad o no del proyecto a delegar, sin olvidar que estamos delegando su ejecución pero compartiendo la responsabilidad de su optima puesta en escena para los intereses de nuestra organización.

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